viernes, 27 de septiembre de 2013

La Abuela por PETER HÄRTLING


Sin título-15.jpg“AÑO DE LA INVERSIÓN PARA EL DESARROLLO RURAL Y LA SEGURIDAD  ALIMENTARIA”






LA ABUELA


PERTENECE A:

Lesly Cuya 

AUTOR:

PETER HÄRTLING



GRADO

Primero


INSTITUCION EDUCATIVA

San Antonio de Padua






SAN ANTONIO – CAÑETE


2013




DE CÓMO KARLI FUE A
 PARAR A CASA DE LA ABUELA

Dice la gente que a los sesenta y siete años ya se es viejo. La abuela, no. La abuela ha dicho siempre – y lo suelen decir muchos-que uno es tan joven como se siente. Y     la abuela se sentía bastante joven. Decia también la abuela que por fuera era vieja y por dentro, una  muchacha. Los que la conocían bien se lo creían. La abuela no tenia mucho dinero. A veces se quejaba de su escasa pension y de su difunto marido, quien no había sido precisamente una lumbrera, pero prefería reir que quejarse. Y sabia arreglárselas. Su piso de Munich era pequeño y casi tan viejo como ella. El sofá se venia abajo con frecuencia cuando el peso de las visitas era excesivo. Solo la estufa  de fueloil era excesivo. Solo la estufa de fueloil era nueva y la abuela no acababa de arreglárselas con ella. Tenia miedo de que salieran  las dos volando por los aires cualquier dia. Cuando la estufa empezaba  a borbotear y a hacer glu – glu, la abuela le hablaba como si fuera un burro testarudo. A la abuela le gustaba hablar consigo misma y como las cosas que le rodeaban. Los que nola conocían  bien tenían que acostumbrarse. Incluso en medio de una conversación empezaba a veces a hablar consigo misma y, cuando el otra la miraba sorprendido, la  abuela meneaba  simplemente la cabeza como diciéndole  que no se refería a el.
A la abuela todos la llamaban abuela: los vecinos, el panadero de la esquina, los chicos del patio que de vez en cuando se burlaban de ella pero que, en realidad, la querían y hasta le subían a veces la  bolsa de la compra  al quinto piso, porque en la casa en que vivía la abuela no había ascensor.
-No somos príncipes – solia decir la abuela cuando le acababa el aliento en el tercer   piso  y tenia que tomarse  un pequeño descanso
“Frau Erna Bittel” ponía en letras de adorno en la puerta del piso. Su hijo le pregunto  una vez  por lo de “Frau” delante de su nombre.
-Es que tu eres tonto- le había respondió la abuela-Asi es como quiero que me llamen. Despues de la muerte de Otto la gente podría  creer que soy  una vieja solterona. Y eso es lo que no soy.
El hijo de la abuela tenia otro hijo. De el y de la abuela trata esta historia. Se llama Karl-Ernst, o se llamaba – mejor dicho – porque desde un principio le llamaron Karli.
Karli creció en una pequeña ciudad cerca de Dusseldorf. Su  padre trabajaba en las oficinas de una fabrica.
-Era el que calculaba lo que iban a cobrar los otros
-Asi  explicaba Karli la profesión de su padre.
A veces, el  padre de Karli, los  viernes por la tarde casi siempre, se iba a la taberna, volvia borracho a casa y le entraba el llanto. La  madre de Karli se quejaba:
-¡Ya vuelve a estar esta calamidad con las dichosas   lamentaciones del fin de semana!
Karli no lo comprendía. Su padre era una persona mas bien alegre y Karli se entiendia bien con el. Mejor que con su madre, quien siempre  protestaba de lo  mucho que ensuciaban los dos y de lo mucho que tenia que limpiar.
Y se pasaba el dia limpiando.
-Pues esto no es normal-dcia el padre de Karli.
Los padres de Karli murieron en un accidente de automóvil  cuando Karli tenia cinco años. Habian salido con unos conocidos – ellos no tenían coche- y a Karli lo habían dejado en casa de la vecina. Alli acudió también el policía que le dijo a la mujer.
-Han muerte los dos
Al principio Karli no lo comprendió. Karli tardo mucho tiempo en poder imaginarse que iba a volver a ver a sus padres. Que se  habían ido para siempre
-No es posible – solia decir.
La  vecina lo metió en cama  y un medico le puso un supositorio. A Karli le entro la risa.
-Ahora vas a poder dormir. Primero tienes  que dormir. Hombrecito – le dijo el medico
A Karli lo de hombrecito le pareció idiota y el  medico tonto. Aquellos días todo el mundo le parecía o de abrazarlo, porque no paraban de acariciarle la cabeza o de abrazarlo, porque se portaban todos de forma muy  distinta.
La abuela no. Llego la abuela – también debía haber llorado – y empezó  en seguida a mandar:
-¡Hay  que seguir, de alguna forma hay que seguir¡
Y ante un montón de desconocidos, en presencia de Karli, decidió:
-A Karli me lo llevo yo. Karli se queda conmigo.
Uno de ellos le dijo
-¡A tu edad, Erna¡
La abuela, al oírlo, se echo a reir y le grito:
-¿Es que lo quieres tu?¡Dejate de tonterías, entonces!
Karli  había visto pocas veces a la abuela, pero siempre  le había gustado . La abuela hablaba un poco mas alto  de lo acostumbrado, decía palabras que no siempre eran decentes y trataba a su hijo como si fuera de la edad de Karli. Ala madre de Karli la llamaba llorona y al  padre, a veces, flojeras. A Karli lo llamaba Karli y nunca hombrecito, jovenzuela o monada.
Lo tomaba en serio
A Karli le sorprendió lo rápido que se liquidaba un piso y lo pronto que el piso liquidado se vaciaba. La abuela repartió los muebles.
-Todo eso no lo necesito – dijo
Al final a Karli le quedo una maleta con sus cosas y nada mas. Y con la maleta que arrastraba la abuela salió de la ciudad en la había vivido con sus padres. A casa  de la abuela, a Munich.
Ahora soy yo la tengo al chico. Estoy loca, una vieja y un niño que hasta dentro de doce o tres años, como minimo, no podrá valerse por si mismo. ¿He de  cumplir  los cien por culpa de Karli? ¿Si no lo hago yo, quien de los parientes lo hubiera recogido? A final lo hubieran metido en un orfanato. ¡Y eso no puede ser! ¡Eso no! Seguro que va a echar de menos a sus padres y ni se enteran de que os tienen. Voy a procurar olvidarme de que  soy  vieja. Karli  y yo ya nos las arreglaremos.


LA ABUELA ES DIFERENTE

Karli se acostumbra rápidamente a la abuela, aunque el piso le siguiera pareciendo raro. Pero al fin y al cabo la abuela hace ya muchos años tiene  todos esos muebles y no va a comprar otros nuevos solo por el. Karli  tiene un cuarto casi para el solo. Durante el dia la abuela lo utiliza para coser y Karli, por la noche, tiene que ir  recogiendo agujas para no pincharse los pies.
En muchas  cosas la abuela es diferente. Una de las primeras noches, Karli, quien no podía  dormir, entro en el cuatro de baño que esta junto a su habitación y encontró un vaso de agua con los dientes de la abuela: Karli se pego un susto  terrible y no se atrevió a tocarlos por miedo a que se le cerraran
Por la mañana le pregunto:
-¿Desde cuando se sacan los dientes de la boca?
Yo no puedo.
La Abuela  se lo explico:
-Es que estos no son mis dientes, Karli. Los míos se han caído todos, los he perdido. Igual que tu tus  dientes le leche. Lo que pasa es que la tercera vez  ya no  crecen. Se los hacen a una.
-¿Tienes que lavártelos también? –Pregunto Karli.
La abuela no quiso seguir hablando  de la dentadura postiza.
-Todo eso no es tan importante, Karli.
En casa de la abuela el día transcurría de una forma distinta. La abuela se levantaba  todavía más temprano que el padre de Karli, aunque no tuviera que ir a la oficina. Le explico el  porque:
-Me duele  todo el cuerpo, Karli. Es la gota, ¿Sabes?
Karli era incapaz de imaginárselo
-¿Una gota de que?
-La gota es una enfermedad que se coge de viejo
-Dijo la abuela
A las seis de la mañana la abuela andaba ya metiendo ruido por el cuarto de al lado y despertaba a Karli.
Pero Karli no tenia ganas de levantarse tan temprano, se tapaba la cabeza con la manta y se ponía a pensar en sus padres. Lo hizo durante mucho tiempo, tres meses casi, hasta que fue a la escuela y tuvo amigos.
El desayuno era  a las siete. La abuela tenia una taza tres veces mayor que las de casa de Karli. Era  el tazon del café. Lo llenaba hasta el borde y sorbia. A Karli su madre se lo había prohibido. – No sorbas, abuela – decía Karli
La abuela lo mira asustada, dejaba el tazon en la mesa y le preguntaba:
-¡Oye! ¿Son esas formas de hablar conmigo?
-Mi  madre decía siempre que no  sorbiera. Y tu  sorbes.
A partir de entonces la abuela se esforzó por no sorber. Tan difícil le resultaba que, al desayunar, se bebía solo la mitad del tazon y luego, cuando Karli jugaba en el otro cuarto, sorbia el resto.
La abuela había decidico no volver a llevarlo al parvulario antes de que fuera a la escuela.
-Estos seis meses es mejor que nos acostumbremos el uno al otro, Karli.
A karli, al principio, le pareció una tontería. Luego se alegro. Los días con la abuela eran mas movidos y siempre pasaban cosas. Por la mañana repartían volantes que le llegaban a la abuela de cualquier fabrica. Decían que en el “ Asteria” exponían lavadoras y que hacían regalos, o que para el café lo mejor era el filtro “Passa-Passa”
-No es que me paguen muy bien-decía la abuela -, pero asi me muevo. Por nada del mundo compraría esos cachivaches que venden. Tu no tienes idea de lo tonta que es la gente, Karli.
Fuera  donde fuera, siempre había gente que la conocía. Y ella, entonces, “echaba la parrafada”. A Karli le resultaba aburrido pero, como solían darle caramelos, aguantaba y le decía a la abuela:
-Me parece estupendo que repartas. Después iban de compras. A la abuela en las tiendas del barrio le temían. No había quien le diera gato por liebre. La abuela decía:
-Si yo me lo tengo que pensar tres veces antes de gastarme un dinero, tendré derecho también a darle otras tres vueltas como mínimo a lo que voy a comprar con eso. ¿No?
                          Karli la ayudaba y los tenderos se enfadaban. Uno le dijo a Karli Que dejara de una vez de tocar los pepinos con las manos sucias y la abuela le grito:
                          -¡Lo que faltaba! ¿Es que los lava usted tan a menudo como Karli las manos?
La abuela tenia mucha gracia y eso le encantaba a Karli. Era una mujer que no admitia replicas ni le tenia miedo a nadie. Era mas bien la gente la que le tenia miedo a ella. Cuando la abuela fruncia el ceño, el tendero se ponía siempre la mar  de amable.
La abuela no paraba de inventarse cosas. Al panadero, por ejemplo, le decía cada dos por tres:
-Oiga, usted, ¿es que envía los panecillos a que adelgacen? Cada vez los encuentro mas pequeños y mas caros.
La gente no sabia que contestarle. Karli se fue dando cuenta de que  la abuela  era mas pobre que sus padres.
-Cuando me paguen tu pension de orfandad lo pasaremos un poco mejor, Karli. Per los señores funcionarios van despacio y no piensan en nosotros –le decía la abuela.
Karli le pregunto que quienes eran los señores funcionarios.
-Gente sentada detrás de enormes escritorios, pasando eternamente papeles y mas papeles de un lado a otro. De ellos depende que le den dinero a uno o no le den.
Karli se admiraba de que hubiera gente tan poderosa. Karli, a veces, deseaba ser igual de poderoso para regalarle a la abuela un monton de dinero.
La abuela cocinaba  mas  deprisa  que la madre de Karli.
-En la cocina lo único que se hace es perder tiempo
-decia
Después de la comida la abuela  se sentaba a coser a maquina y dejaba a  Karli bajar al patio. Alli, al principio, Karli no  conocía a nadie. Los niños se burlaban de el; decían  que hablada como  un extranjero, como un turco casi.
-Yo no soy ningún turco-decía Karli
Los primeros días  los otros niños no se lo creían
Cuando se lo conto a la abuela, la abuela dijo:
-¿Por qué no les has contado  que eres un  turco de la cuenca del Ruhr? ¡Dios Mio¡¡Los niños son ya tan imbéciles como los padres! Creen que un turco ha de ser mala persona por el mero hecho de ser turco.
Al cabo de algún tiempo, a Karli lo dejaron jugar con ellos. Y poco después se golpeo por primera vez Ralph, quien siete años y era el único que mandaba. No le gano, pero se pego tan bien que Ralph no le guardo el menor rencor.
Ralph tenia un pequeño defecto  físico: hablaba mal, como entre dienes, y en vez de decir “sabes” decía “chabech”.
Al principio a Karli le daba risa y se conto a la abuela.
-No esta bien que te rias de Ralph –dijo la abuela-Casi todos tenemos algún defecto.
-Yo no-dijo Karli
-Tu si-dijo la abuela-Tu también porque te crees que no tienes Ninguno. Ese también es un defecto.
-¿Y tu? – Pregunto Karli
-Yo tengo uno terrible –dijo misteriosamente la abuela-Algun  dia te lo enseñare.
Unos días después, la abuela salió descalza del cuarto de baño y le señalo el pie derecho.
-Mira, Karli. El meñique se me ha pegado al de  al lado. Es uno de mis defectos, ¿Sabes?
-¿Tienes todavía mas?-Pregunto Karli
-¿Te crees tu que los vas a ver todos de una vez?
Le dijo la abuela
Con la abuela, por las noches, era todo  también muy distinto. En casa  de Karli su madre lo bañaba y, a veces, cuando se retrasaban, llegaba el padre, se  duchaban juntos y bañera en una fiesta.
La primera noche la abuela le dio la toalla y le dijo:
-¡Anda, lávate¡
Y Karli, quien estaba todavía hecho un lio, se echo a llorar. Y la abuela también. Karli, al verla asi, dejo de llorar y se lavo el solo.
A partir de entonces  lo hicieron siempre igual. La abuela se sentaba al borde de la bañera y miraba como Karli se lavaba.
-Se te puede ver crecer –le decía
La abuela lo estaba. Le gustaba hacerlo. La abuela frotaba Terriblemente a Karli, hasta dejarle el cuerpo colorado como un cangrejo, y le decía siempre:
-¿Verdad que sienta bien, Karli?
Habia otra cosa todavía muy distinta a las de casa.
La abuela, cuando se lavaba, se encerraba en el cuarto de baño. Le tenia miedo por lo visto. Al cabo de algún tiempo Karli se lo pregunto.
-¡Tonterias, Karli¡-dijo la abuela-Lo que pasa  es que no es nada agradable ver viejos.
-Tu lo que tienes es vergüenza de que te vea –dijo Karli.
-Tiene  razón, Karli –Dijo la abuela
A Karli no le parecía bien pero no consiguió convencerla de que dejara abierta la puerta del cuarto de baño.
-Tu eres Karli y yo la abuela. Tu eres pequeño y yo soy vieja. Esa es la única diferencia.
Karli se ha  dado cuenta en seguida de que aquí no es como en su casa. ¡Eso de la educación moderno1
¡Cielos¡ ¿Tendre que salir yo ahora desnuda del baño solo porque sus padres lo tuvieran acostumbrado a eso?
Karli no sabe el aspecto que tienen los viejos. Y además, me da vergüenza. Ahí si que no paso. Yo soy de otra época. Entonces no se era-¿Cómo diría yo?-tan desvergonzado. No, desvergonzado no es tampoco la palabra exacta. Hoy en dia lo que pasa es que no les toca ya no puedo cambiar a estas alturas. Karli tiene que comprenderlo.
La abuela se puso su mejor vestido y no  paraba de acicalar  a Karli. Karli se enfado. Antes de salir de casa  se comio unos copos de avena para fastidiar y volvió a ensuciarse.
-¡Siempre me tiendes que llevar la contraria¡ La abuela estaba  de mal humor. Fueron en tranvia. La abuela guardaba silencio. Mas que guardar silencio lo que hacia era ir hablando bajito, consigo misma, recitando frases que se había aprendido de memoria  para soltarlas en el Negociado. A Karli no le hacia ni caso.
En el Negociado el portero les envio al despacho numero diecisiete. Esperaron media hora sentados en un banco de madera y sin hablar tampoco. Cuando por fin les toco el turno, un señor ya mayor y de aspecto muy serio, acomodado tras un enorme escritorio, les dijo:
-No Compete al veintidós.
Volvieron a esperar delante del veintidós. Karli se dio cuenta de que la abuela se estaba hartando y de que apenas iba a haber forma de contenerla. De un momento a otro empezaría a dar gritos. El hombre que los recibió en el veintidós era bastante joven todavía, aunque ya peinase algunas canas. Tal vez fuera culpa de la mucha gente por la que le tocaba preocuparse. El hombre miro a Karli y le dijo, como si fuera el párroco:
¡Vaya, vaya¡ Asi que aquí tenemos al pobrecito.
A Karli le entraron gana de sacarle la lengua. Luego pensó que, para ayudar a la abuela, quizá fuera mejor hacerse de verdad el pobrecito y puso la cara triste.
La abuela se sento de golpe y porrazo en la única silla que había delante del escritorio y dijo:
-¡Venga, hombre¡¡No se deshaga usted en lamentaciones¡ ¡Muevase¡
A Karli le dio la impresión de que el hombre iba a iniciar la huida de un momento a otro. Pero se quedo. Le tocaba quedarse: era su oficio. Le pregunto el nombre a la abuela, busca en un armario y saco un expediente bastante  gordo, de tantas cosas como se habían escrito ya sobre Karli y la abuela. En el Negociado eran famosos.
Tampoco parecía que les sirviera de nada.
El hombre se sento muy digno detrás del escritorio, humedeció el dedo y se puso a hojear papeles, meneando a veces la cabeza y asintiendo de cuando en cuando.
Al final dijo:
-Es un asunto complejo
Karli no salía lo que significaba
-¿Qué es complejo?
En lugar del hombre le respondió la abuela.
-Es que yo no lo se tampoco
-Su caso no tiene nada de sencillo –explico el funcionario-No se trata de una simple cuidadora, sino que usted, además, es pariente del muchacho: su abuela, para ser mas exactos.
-¡No me diga! –exclamo la abuela.
-¡Conmigo dejese usted de ironias!-le dijo el hombre
-Para mi son cosas bastante serias-le dijo la abuela-¿Cuándo van a darle entonces la pension al niño?
-¿No se puede usted pasar sin ella? –le pregunto el hombre
La abuela se levanto, echo a un lado la silla de un golpe y dijo:
-¡Haya el favor, hombre! Sabe  usted perfectamente lo que cobro de pension. Esta ahí, en los papeles. Y usted también sabe lo que se traga al dia un muchacho asi, los calcetines y pantalones que rompe y todo lo que hace falta.
¿Se cree usted que soy millanana?¿Tengo yo cara de fabrica?
A Karli, entretanto, el Negociado le parecía estupendo.
-Yo como muchísimo, de verdad –dijo-La abuela tiene razón. Y lo de los pantalones también es verdad.
-¡Ahí lo tiene! –Dijo la abuela.
El hombre se echo a reir
-Tratare de acelerar los tramites de ara a la resolución del expediente – Dijo
El funcionario se despidió de los dos con un apretón de manos. Tan pronto como estuvieron en el pasillo la abuela pego un saltito, un brinco tan solo porque ya no era capaz de saltar de verdad, y dijo:
-Lo hacemos estupendamente, Karli, Tenemos que seguir asi “Somos capaces de ablandarle el corazón a cualquier funcionario. Karli estaba de acuerdo.
No  puedo imaginarme  tener que volver a vivir sin Karli. El chico me cansa, que duda cabe, me agota y por la noche acabo reventada. Tal vez sea cuestión de costumbre. Y al fin y al cabo también se va haciendo mayor
A menudo  me recuerda a su padre y entonces pienso que vuelco a tener un hijo mio. Soy demasiado viaja. Su madre seria mucho mejor para el.
Es raro que me inquiete todavía pensar en ella. En realidad no estaba mal. Y era una buena madre. Lo único que pasa es que  lo hacia todo de forma diferente a la mia. No se preocupaba tanto del niño. Decia siempre que tenían que aprender temprano del niño. Decia siempre que tenían que aprender temprano a arreglárselas solos. Eso si, pero hay que ayudarlos. Asi decía que lo hacia ella también. A mi parecía que no. No nos entendíamos, es cierto. Me crispaba los nervios. Y yo a ella seguro que también. Ahora, a veces, pienso que fue una lastima haberme peleado tanto con ella.

CON LA ABUELA EN EL NEGOCIADO

A los cuatro largos meses de estar Karli con la abuela y una vez que lo tuvo inscrito en la escuela, la abuela agarro un berrinche. Todas las mañanas miraba en el buzon, esperando que le llegara, por fin, noticias del Negociado. Pero el  Negociado no le enviaba nada y la abuela se ponía cada vez mas furiosa.
– ¡No dan golpe! ––Grito un buen día –¡Venga a comer papeles y a hurgarse las narices con el lápiz¡ ¡Funcionarios tenían que ser¡
Karli no conseguía imaginarse  a la burla de oficinista pero sabia muy bien de que se trataba. Su tutor, el jefe de su padre, había solicitado que se hiciera a la abuela cuidadora, es decir, una especie  de madre adoptiva de Karli, cosa – Claro- que la abuela no podía ser en absoluto; sido  toda la vida, de modo que resultaba también una tontería. Para el  Negociado, no. Así que la solicitud seguía su curso legal, como suele decirse. Mas que seguir su curso legal, como suele decirse. Mas que seguir  su curso legal lo que hacia, en realidad, era arrastrarse por los despachos. La abuela necesitaba el permiso para que le concedieran el subsidio de orfandad de Karli. Y eso, para ella, era importante, porque la abuela al fin y al cabo era pobre y Karli-según decía ella- la estaba comiendo viva.
La abuela entonces decidió “intervenir cerca del Negociado”. Cuando hablaba del Negociado la abuela se expresaba  siempre con mucha  prosopopeya.
––Tienes que acompañarme, Karli––le dijo la abuela––Han de verte. Tu eres la prueba, Karli. El cuerpo del delito.
La abuela se puso  su mejor vestido  y no paraba de acicalar a Karli. Karli se enfado. Antes de salir de casa se comió uno copos  de avena para fastidiar  y volvió a ensuciarse.
–– ¡Siempre me tienes que llevar la contraria! La abuela estaba de mal humor. Fueron en tranvía. La abuela guardaba silencio lo que hacia era ir hablando bajito, consigo misma, recitando frases que se había aprendido de memoria para soltarlas en el Negociado. A Karli no le hacia ni caso.
En el Negociado el portero les envió al despacho numero diecisiete. Esperaron media hora sentados en un banco de madera y sin hablar tampoco. Cuando por fin les toco el turno, un señor ya mayor y de aspecto muy serio, acomodado tras un enorme escritorio, les dijo:
–– No. Compete al veintidós.
Volvieron a esperar delante del veintidós. Karli se dio cuenta que la abuela se estaba hartando y que apenas iba a ver forma de contenerla. De un momento a otro iba a empezar a dar gritos. El hombre que nos recibió en el veintidós era bastante joven todavía, aunque, aunque ya peinase algunas canas. Tal vez fuera culpa de la mucha gente por la que le tocaba preocuparse. El hombre miro a Karli y le dijo, como si fuera el párroco:
¡Vaya, vaya! Así que aquí tenemos al pobrecito.
A Karli le entraron ganas de sacarle la lengua. Luego pensó que para ayudar a la abuela, quizás fuera mejor hacerse de verdad el pobrecito y puso la cara triste.
La abuela se sentó de golpe y porrazo en la única silla que había delante del escritorio y dijo:
–– ¡Venga hombre! ¡No se deshaga Usted en lamentaciones! ¡Muévase!
A Karli le dio la impresión que el hombre iba a iniciar la huida  de un momento a otro. Pero se quedo. Le tocaba quedarse: era  su oficio. Le pregunto el nombre a la abuela, busco en un armario y saco un expediente bastante gordo, de tantas cosas de cómo se habían escrito ya sobre Karli y la abuela. En el negociado eran famosos. Tampoco parecía que le sirviera de nada.
El hombre se sentó muy digno detrás del escritorio, humedeció el dedo y se puso a hojear los papeles  menando a veces la cabeza y asintiendo de cuando en cuando.
Al final dijo:
            ––Es un asunto complejo.
Karli no sabia lo que significaba.
 –– ¿Qué es complejo?
En lugar del hombre le respondió la abuela.
––Es que yo no lo se tampoco.
––Su caso no tiene nada de sencillo  ––explico el funcionario––. No se trata de una simple cuidadora, sino que usted, además, es pariente del muchacho: su abuela para ser exactos.
–– ¡No me diga! ––exclamo la abuela.
–– ¡Con migo déjese usted de ironías! ––le dijo el hombre
–– Para mi son cosas bastante serias ––le dijo la abuela––. ¿Cuándo van a darle entonces la pensión al niño?
–– ¿No se puede usted pasar sin ella? ––le preguntó el hombre.
La abuela se levanto, echo a un lado la silla de un golpe y dijo:
 –– ¡Haga el favor, hombre! Sabe usted perfectamente lo que cobro de pensión. Esta hay en los papeles. Y usted sabe lo que se traga al día un muchacho así, los calcetines y pantalones que rompe  y todo lo que hace falta.
¿Se cree usted que soy millonaria? ¿Tengo yo cara de fábrica?
A Karli entre tanto, el Negociado le parecía estupendo
–– Yo como muchísimo, de verdad  ––dijo––. La abuela tiene razón. Y de los pantalones es verdad.
–– ¡Ahí lo tiene! ––dijo la abuela.
El hombre se hecho a reir.
–– Tratare de acelerar los tramites  de cara a la resolución del expediente ––dijo.
El funcionario se expresaba realmente con mucho empaque.
––  ¡Acelere, hombre, acelere! ––Le dijo la abuela––.
De lo contrario vuelve a tenerme aquí la otra semana que viene. ¡Se lo juro!
––Sería un placer––dijo––. Aunque voy a hacer lo posible para que la cosa se arregle.
El funcionario se despidió  de los dos como un apretón de manos. Tan pronto como estuvieron el pasillo la abuela pego un saltito, un brinco tan solo porque ya no era capaz de saltar de verdad, y dijo:
––Lo hacemos estupendamente, Karli, Tenemos que seguir así “Somas capaces de ablandarle el corazón a cualquier funcionario. Karli estaba de acuerdo”
No puedo imaginarme tener que volver a vivir  sin Karli. El chico me cansa, que duda cabe, me agota  y por la noche acabo reventada. Tal vez sea cuestión de costumbre. Y al fin y al cabo también se va haciendo mayor.
A menudo me recuerda a su padre y entonces pienso que vuelvo  a tener  un hijo mío. Soy demasiado vieja. Su madre seria mucho mejor para él.
Es raro que me inquiete todavía pensar en ella. En realidad no estaba mal. Y era una buena madre. Lo único que pasa  es que lo hacia todo de una forma  diferente a  la mía. No se preocupaba tanto del niño. Decía siempre que tenia que aprender tarde o temprano a arreglárselas solos. Eso si. Pero hay que ayudarlos. Así decía que lo hacia ella también. A mi me parecía que no. No nos entendíamos, es cierto. Me crispaba los nervios. Y yo a ella seguro que también. Ahora, a veces pienso que fue una lastima haberme peleado tanto con ella.

CUANDO LA ABUELA SE PONE A CONTAR COSAS.

Karli  no comprende  que la abuela hable siempre de otros tiempos. A la abuela no le interesa gran cosa lo que le paso ayer mismo. Pero de las cosas que le ocurrieron hace teinta o cuarenta años sigue acordándose perfectamente. Todavia se acuerda de la primera vez que fue en tren, de cuando se caso con el abuelo, del traje que llevaba en la boda y de los que comieron. A Karli le da lo mismo.
La abuela dice siempre:
-Todo ayuda, Karli. Cualquier tiempo pasado fue mejor.
Esa es la diferencia entre Karli y la abuela. A Karli le interesa solo lo que pasa ese mismo dia, lo que acaba de decidir con sus amigos, lo que ha hecho y lo que proyecta. A la abuela no le parece importante todo eso. Y menos todavía cuando le toca enfadarse por culpa de ello. La abuela prefiere enfadarse por aquellas cosas de las que acuerda todavía “ la mar de bien”
-¿Te acuerdas, Karli, de cuando, el abuelo fue a parar debajo del tranvía y falto bien poco para que se nos quedara sin pierna? Es que no consigo olvidarme de cómo lo trajeron al pobre lleno de sangre a casa, y el todavía dijo:
-No es nada
-Y yo pensaba que el hombre se me desangraba entre las manos. Son cosas que se quedan grabadas.
Y la abuela, no obstante, hace tiempo que las ha superado. Lo que pasa es que sus recuerdos, le siguen pareciendo excepcionales. Cuando ve en la televisión una película interesante, dice:
            --- Todo eso es inventado. A mí que no me engañen. ¿Te acuerdas, Karli, de cuando nos bombardearon la casa…?
            Luego sigue una historia que Karli ha oído contar ya multitud de veces con infinidad, de variantes:
---  Tu padre acababa de entrar de aprendiz cuando empezó lo de los bombardeos. Puede incluso que fuera todavía a la escuela. Poco antes de terminar la Guerra Mundial esos locos lo llamó a filas, a los servicios auxiliares de aviación, y le toco derribar bombarderos. ¡A los niños como esos los metían en las baterías antiaéreas!
--- ¡Me parece fenómeno! --- la interrumpió Karli.
--- ¿Fenómeno? A ti te parece fenómeno por que ustedes se pasan el dia corriendo con las pistolas y jugando ala guerra. Yo te aseguro, Karli, que una guerra de verdad tampoco le gusta a los niños. Lo pasan muy mal. Piensan en esos pobres vietnamitas. Bueno, ¿Dónde estaba?
--- En lo papá --- Karli.
--- Eso... Pues tu padre estaba todavía en casa y, cuando empezó ese terrible bombardeo, nos  refugiamos todos en el sótano” Las bombas se oían cada vez mas cerca. Yo me quede tiesa de miedo y lo cogí en brazos. Poco después se puso a temblar la tierra. El techo del sótano se caía a pedazos; Alguien dijo que tenia que haber sido en nuestra casa y allí fue. La casa se mantenía aun en pie. O casi, porque  las bombas habían arrancado un trozo del  tejado. En nuestro   piso  no  quedo  nada  sano,  ni  un  Cristal en las ventanas. Dormimos en casa de unos parientes y, al dia siguiente, empezamos a arreglar la casa. En las ventanas pusimos cartones en vez de cristales.
Karli no la escuchaba atentamente porque ya conocía la historia. Karli pensaba en cosas muy distintas. En como explicarle, por ejemplo, a la abuela que no tenia nada de particular que fuera a jugar al patio de al lado porque con los niños de allí se entendía mucho mejor.
La abuela no lo dejaba.
--- He de verte por la ventana, Karli–le decía--. Ya esta bien de independencias. Yo quiero que te las sepas arreglar sin mi, Karli, pero…
---¿Qué quiere decir “sin mi”?
--- Quiere decir que no siempre he de llevarte pegado a las faldas, pero que tengo que cuidar de ti.
Y la abuela se ponía a contar en seguida la otra historia de las de hace mucho tiempo, cuando no circulaban casi autos y había todavía aviones de cuatro alas, los biplanos aquellos que tanto entusiasmaban a la abuela.
--- No podía caerse, Karli, no había forma. Se les rompió un ala y les quedaba las otras tres.
Cuando Karli  se lo conto a un amigo, mayor que el, el amigo se echo a reír  y dijo que daba lo mismo las alas que tuviera un avión, y que un cohete era mucho mas rápido y no tenia ninguna. Karli informo a la abuela y la abuela se quedo horrorizada.
---Los cohetes solo sirven para matar gente -digo.
Total que Karli y la abuela nunca acababan de entenderse. La abuela prefería hablar de una época que  Karli no conocía y que debía haber sido también bastante rara.

            Este chico tiene que saber como eran las cosas antes, cuando yo era joven, por ejemplo, y no me llamaba todavía Erna Bittel sino Erna Mauermeister, mi nombre de soltera. ¿Por qué le resultaran aburridas estas historias? Solo atiende cuando hablo de la guerra y entonces quiere saber con todo detallesi he visto disparar y si hubo muertos. Eso de la guerra tiene que estar metido muy adentro en los niños. Y es atroz. Hoy, cuando me acorde de cómo conocí a Otto y del hipo que me entro del susto – me duro horas enteras – a Karli solo se le ocurre decirme: “Ya me lo has contado”.
Y yo se muy bien que no se lo he contado todavía.  Tal vez haya pasado, entretanto, demasiado tiempo…
LA ABUELA HACE JUSTICIA
Y KARLI SE AVERGÜENZA DE ELLA

Karli tuvo en lio con Ralph, Se pegaron. Ralph  tiro a Karli  de los pantalones hasta que les hizo un señor siete y se los dejo por las rodillas. La abuela oyó el jaleo en el patio. Ese día  la abuela había bajado  y subido dos veces las escaleras ––hasta el quinto piso– y ya estaba bien. La pelea del patio, sin embargo, la intranquilizó. Bajó, vio el desgarrón, los pantalones rotos  y preguntó:
            –– ¿Quién ha sido? ¿Quién le ha roto a Karli los mejores pantalones que tiene?
            A Karli le dijo:
–– ¡Te tengo dicho  y repetido que cuando bajes a jugar te pongas los pantalones viejos!
Luego volvió a preguntar:
–– ¿Quién ha sido?
Algunos niños habían escapado corriendo, y los que quedaban  ––incluido Ralph–– no decía ni pio, Karli tampoco.
–– ¿Es que he de tirarle de las orejas, de uno en uno?
–– Dijo la abuela
Uno de los niños dijo:
––Usted no tiene derecha a hacerlo. La castigarán.
––Antes si que se podía  y yo hago lo que me da la gana ––dijo la abuela.
––Eso no esta bien, abuela ––dijo Karli––. Tú no puedes hacer lo que se te da la gana. No puedes pegarle a un niño ajeno.
La abuela furiosa avanzo paso a paso  hacia donde los niños, que se quedaron inmóviles, mirándola.
–– Son unos cobardes   ––dijo––. Los pantalones se han roto jugando.
–– ¡Encima, miente!  ––dijo la abuela––Primero cobarde y después mentiroso. ¡Que vergüenza!
Karli se dio cuanta  de que era hora  cuando la abuela  empezaba a ponerse de verdad furiosa. Trato de calmarla.
––Tampoco es tan grave lo de los pantalones. Me los coses y quedan como nuevos  ––dijo––. Para jugar me pondré siempre los otros. Seguro.
–– ¡Déjate de tonterías! ––dijo la abuela––. Aquí lo que hay que hacer es justicia.
Karli no comprendía lo que quería decir la abuela  con eso de “hacer justicia”. Los otros niños tampoco lo entendieron.
–– ¿Qué quieres, entonces? ––pregunto Karli. ––Quiero saber quien fue.
–– ¿Y luego? ––pregunto Karli.
––Es la justicia  ––dijo la abuela. –– ¿Y si los pantalones son caros? ––preguntó Ralph.
–– ¡Entonces, es que  has sido tú el que los ha roto! ––dijo la abuela.
A Karli le entro mucho miedo  y le aseguro a la abuela que  Ralph no había sido.
La abuela volvió a ponerse furiosa. Tomo del brazo a Raph, quien quería largarse, y empezó a sacudirlo.
Karli grito:
            –– ¡No le hagas nada, abuela! ¡Por la justicia!
–– ¡Les daría a todos de palos…! ––grito la abuela.
            Karli se sintió triste y avergonzado. Por la tarde se lo dijo a la abuela:
––Lo del patio no estuvo bien, abuela.
–– ¡Entonces cósete tu mismo los pantalones!
          Karli se daba perfecta cuenta de que a la abuela no le importaba tan solo los pantalones. Por otra parte, ¿Cómo había que hacer para ayudarla?

            Yo de “educación moderna” y esas cosas no entiendo. Tampoco quiero hacer nada mal. ¡Que se vayan al diablo todos! No me gusta que Karli se junte con los chicos más sucios, los más alborotadores y los más malos. Los peorcitos del barrió. No es que a nosotros nos sobre dinero, lo que pasa es que a mi me daría vergüenza ir así de desastrado. Karli piensa de otra forma. Dice que es que no tienen abuela y que tener abuela es lo más importante, Y eso tampoco se les puede echar en cara a esos chicos. Quizá tena razón Karli. ¡El sabiondo!
CON LA ABUELA
DE VACACIONES
Karli lleva ya tres años con la abuela y dos de escuela. Tiene ahora un monto de amigos y no es capaz de imaginarse que las cosas en otros tiempos fueran muy distintas. A veces pregunta si siempre le va bien con la abuela. Karli no entiende como podría irle de otra forma. De vez en cuando se arma alguna pelea pero, regla general, la encuentra estupenda. Tampoco se queja tanto como las demás viejas que vienen los sábados a tomar café y a charlar un rato. Las otras empiezan ya a gemir apenas llegan a la puerta del piso. La una que si siente pinchazos en la pierna, la segunda que le da el hipo después de las comidas y la tercera que si el marido….Cada vez que se asoma las viejas, Karli se larga y a la abuela le parece lo mas natural. La abuela se ha acostumbrado también a que Karli escoja el mismo a sus amistades y ya no trata de convencerlos como al principio. Cuando Karli cumplió ocho años la abuela le regalo unos pantalones nuevos y – esa fue la sorpresa—unas vacaciones juntos. La abuela, según decía, no había ido de vacaciones desde hace  treinta largos años . Y en las ultimas de las que se acordaba – en Tegernsee, a orillas del lago—no había parado de llover; Tegernsee  no esta lejo” de Munich pero para la abuela, quien no tiene mentalidad de automovilista, resulta ya muy lejos. Karli, a quien la abuela le había hablado unas cuantas veces de sus ultimas vacaciones, temia que le tocara volver a Tegernesee y, a Tegernsee, ya había ido de excursión con la escuela.
A Karli le parecía además que no estaba lo suficiente mente lejos para ser unas vacaciones de verdad. Otros chicos de la escuela le hablaban de España, Italia, Honlanda o el mar Báltico.
El entonces –– por consejo de la abuela –– les decía:
–– Nosotros hemos vacacionado en el balcón. Como no estaba acostumbrado a las vacaciones tampoco le hacían falta.
–– Esa gene va a España a seguir peleándose – le dijo la abuela - , y regresan mucho peor de lo que se fueron.
            Karli no estaba  muy de acuerdo pero en todo lo que decía la abuela había siempre algo de cie3rto. Y en eso, también. Ya se lo había contado su amigo Eberhard:
            --- Vacacionamos en España, en la costa. Al principio estuvo bien pero luego se armo la gorda y mi madre no hablo más con mi padre hasta que regresaron. No le volvió a gritar hasta que a la vuelta, en la autopista, por poco se estrella contra un camión.
            Así no se imaginaba Karli unas vacaciones.
            La abuela había escrito en un papel:
            “Bono para Karli (y la abuela). Veraneo para dos personas del 14 al 28 del VII en Furth im Wald”.
Autorizado y con el visto bueno de la abuela.
Karli lo leyó y le pareció raro. La abuela, mientras él leía, no cesaba de preguntarle:
 –– ¿Eh, eh? ¿Qué te parece, Karli? ¿Eh?
 –– ¿Dónde esta eso de Funrth im Wald, en pleno bosque? –pregunto Karli al cabo de un rato.
 
–– ¿En el bosque de Baviera – respondió la abuela Y pasa el tren, que es lo importante. Así no tendremos que coger el autobús. Yo todo eso no lo conozco. Fraulem Bloch, la que viene siempre a tomar café, estuvo allí de vacaciones y nos ha reservado alojamiento. No esta mal de precio, todavía podemos permitírnoslo. Fraulem Bolch dice que son granjeros de verdad, gente amable.
           
Una semana antes de la partida no había forma ya de frenar a la abuela. No paraba de hacer y deshacer maletas. A Karli, quien le decía que no fuera tan tonta de empezar a hacer ya las maletas, le echo del cuarto.
            –– Tu no le comprendes –– le dijo––. Es que yo he perdido la costumbre de viajar.
            –– Con una maleta sobra –– dijo Karli––. Yo no tengo que llevarme tantas cosas.
            El tren salía a las seis de la mañana. La abuela se levanto en plena noche y a las tres despertó a Karli. La abuela había acabado de vestirse para el viaje…
 Karli no la había visto nunca de aquella forma. La abuela llevaba un traje con una falda que le llegaba casi hasta los tobillos.
            –– ¿No puedes acortarle un poco la falda? ––le dijo Karli.
-–– Lastima de tela – dijo la abuela – Y, además, esta de moda.
            La abuela llevaba también sombrero nuevo. O viejo. Uno, de todos modos, que nunca se ponía. La abuela solía usar pañuelos de cabeza. El sombrero incluía una aguja enorme, con una perla.
––Vas a pinchar a la gente ––dijo Karli.
––  Es un alfiler de sombrero --- dijo la abuela––. Se llevan así. Y ya esta bien de ponerme obstáculos.

           Karli se vistió. El café se lo tomaron de pie. Comieron pan con mantequilla y, poco antes de las cuatro, la abuela dijo:
--- Ahora tenemos que irnos.
            Karli pregunto si había tranvías.
            --- Hay que ir a pie hasta la Estación – respondió la abuela.
            --- La maleta pesa mucho --- exclamo Karli.
            --- Tengo un arma secreta --- dijo la abuela.
            La abuela arrastro escaleras abajo el maletón – con un paraguas atado y el bastón del abuelo --- y cuando llego abajo lo puso a su lado, en la acerca, y salió andando con el. El maletón llevaba unas rué-decillas por la parte de abajo.
            --- Era del abuelo – dijo.
            A Karli --- de pronto – le pareció todo fenomenal.
Llegaron a la estación demasiado temprano y la abuela tuvo tiempo de examinar detenidamente cada uno de los andenes y de leer todos los letreros. Al final, todavía no estaba segura de si su tren salía efectivamente del anden seis. La abuela pregunto a cinco ferroviarios, uno tras otro, y todos le respondieron lo mismo. Karli termino por enfadarse:
            --- Como preguntes a uno mas, me marcho.
            El viaje en tren resulto divertido. La abuela llevaba abundantes provisiones que compartía con todo el compartimiento. Al cambiar de tren ya no tenia tanto miedo.
            El Fruth im Wald pregunto en la taquilla de la estación la dirección del granjero y si estaba lejos.
            --- A pie, dos horas y pico – dijo el taquillera.
            Karli se sintió enfermo. Estaba seguro de que la abuela la pondría el maletón sobre el asfalto y andaría con el kilómetros y mas kilómetros. Pero la abuela ya cierta practica en lo de los viajes.
            ----¿Hay alguna forma de ir? --- pregunto. --- Tiene usted un autobús desde la misma estación, si se da prisa lo cogeré  todavía – dijo el taquillera.
            ---- ¿Qué línea? – Pregunto la abuela – Es el único autobús desde la misma estación. Le explico el hombre.

            Y así llegaron sin mas problemas a la granja. No era una granja de verdad. Tenía unas cuantas vacas pero mas habitaciones que vacas. Y en las habitaciones mucha gente que pasaba allí las vacaciones.
            --- Estos campesinos con sus vaquitas… ---explicaba luego la abuela, al contarles las vacaciones a sus amigas--. Y a nosotros nos ordeñaron bien.
            Su cuarto—tenia solo uno --- no era muy grande y estaba debajo del tejado. El cuarto de baño se encontraba un piso mas abajo y la abuela se quejo de que no podía andar todas las noches dando vueltas como un fantasma por la casa.
            --- Entonces le hará falta a usted un dompedro--- dijo la granjero de malhumor.

            Karli, quien no tenia ganas de preguntar, se imaginaba que un “dompedro” debía ser una especie de acompañante para que la protegiera.
            La abuela se rio cuando Karli se lo dijo.
            ---Lo uqe ha querido decir esa es que necesito un orinal.
            A Karli le pareció una mala jugada de la patrona. La abuela, efectivamente, se paseaba todas las noches por la casa, metía ruido, gemía y despertaba a casi todo el mundo. Karli estaba seguro de que lo hacia solo para que


 se enfadara la patrona,-
            Hasta entonces la abuela había procurado siempre mantener a Karli alejado  de su cuarto. Ahora vivian juntos y tenían que dormir por pimera vez en la misma habitación. A Karli le daba miedo. La abuela, sin embargo, lo arreglo de forma que KArli durmiera ya cuando ella subia por la nohe al cuarto. En la sala de estar de la granja había un televisor ante el que se sentaban todas la noches los huéspedes. Yla abuela también. Kalir tenia que sibir a acostarse minimo dos horas antes de que terminara el programa.

             Algunas veces estaba todavía despierto y aoia como desnudaba la abuela. No acababa nunca. Karli se imaginaba que la abuela debía llevar cuatro o cinco vestidos, uno encima de otro, o enaguas, puesto que ninguna persona normal tardara tanto timepo en desnudarse. Tan pronto como se metía en la cama, la abuela se dormía en seguida y roncaba. No roncaba de verdad, era como una especie de jadeo. Karli, lo escuchaba y no conseguía volver a dormirse.
            A la mañana siguiente, sin embargo, la abuela insistia que había dormido pesimamente y en que había oído a Karli dar todo el tiempo vuelta en la cama. Cuando Karli, entonces, le decía:
            ---Yo estaba reposando, y muy tranquilo.
            La abuela replicaba:
            ---¡Que sabras tu, si has dormido como un lirón!
            Los huéspedes eran, casi todos, gente mayor. Había solo niños. Uno era de Wuppertal, se llamaba Bernd y tenia un año menos que Karli. El otro era Berlín, tenia ya catorce años y se aburría. Karli iba con Bernd a los establos y al granero y se inventaban los dos muchos

Juegos imposibles de jugar en la ciudad. A Karli, Bernd le pareció simpático. A la abuela también.

            --- Pero su madre es una cursi ---decía.
            Karli no entendía muy bien lo de cursi pero no se atrevía a preguntar. Cuando la abuela se expresaba así no solía anunciar nada bueno.
            La abuela se enfado con la granjera por culpa del café de recuelo que les servían por las mañanas. LA abuela decía que non se podía beber, que era agua sucia y que se sentía mal todo el día por culpa del brebaje. La patrona cogió un enfado terrible y dijo que era la primera vez  que lo oía, que había tenido un montón de huéspedes, pero ninguno hasta ahora tan descarado. Luego aseguro que el café era bueno y fuerte. La abuela sonrió maliciosamente y pronuncio la frase que acobo de sacar de quicio a la granjera:

            ---Lo mas probable es que moje usted un rabo de vaca en el agua hirviendo. A eso sabe.
            La patrona invito a la abuela a que abandonara inmediatamente la casa.
            La abuela dijo que ni pensarlo, que la y su nieto eran huéspedes de pago.
            Por eso se quedaron. A la abuela le pareció que el café se volvía todavía peor.
            --- Ahora la mujer esa se venga de mi --- dijo.
            En la única excursión larga que hizo con Karli, la abuela se cayo a un profundo silo de nabo forrajeros que no se veía bien por que estaba cubierto con pacas de paja. La abuela tampoco lo hubiera visto porque iba corriendo detrás de una mariposa. De pronto, desapareció. Karli
la oyó gritar desde las entrañas de la tierra. No,
no gritaba, gemía. Karli se quedo confundido y sin saber
Que haces. Mientras la abuela  vociferase era señal de que las cosas iban bien. Cuando se echaba a gemir es que le ocurría algo serio.
            –– ¿Dónde ye has metido, abuela? --- exclamo Karli.
           
–– ¡Es que no los oyes, imbécil! ---contesto la abuela
            Karli se dio cuenta entonces de que no le había pasado nada. Se asombro al borde del foso, vio un agujero entre el heno y oyó resollar a la abuela mientras iba ascendiendo duras penas.
            --- ¿No puedes ir a buscar una rama? ---le dijo la abuela.
            --- ¿Para que?
            --- ¡No me hagas preguntas tontas, Karli! Para sacarme.
            ---Ahora voi --- dijo Karli.
            Karli encontró una rama larga, medio podrida, y la metió en el foso. Sintió al otro lado el enorme peso de la abuela.
            --- ¡Tira de una vez! --- le grito la abuela.
            Karli tiro, se rompió la rama y la abuela empezó de nuevo a lamentarse:
            --- ¡Contigo no hay manera!
            Al cabo de un rato, tras un largo silencio que asusto a Karli, se la oyó apilar nabos.
            --- ¿Qué haces? --- pregunto Karli.
            --- Una escalera --- dijo la abuela.
            Por ella fue subiendo entre suspiros. Al poco rato la abuela asomaba de la tierra hasta media barriga, le miro indignada y pregunto:
            --- ¿Y ahora, que? ¿Vuelvo?
            --- ¡yo que se! – dijo Karli.
            La abuela trato de volar. Salto, se arrago al borde del foso, estiro la pierna como una rana y fue saliendo poco a poco. A Karli le entro la risa. La abuela se quedo primero de rodillas, se levanto luego, se limpio la falda y le  solto una bofetada a Karli.
            --- ¡Encima te ries! --- le grito – Ya esta bien de vacaciones. ¡Las ultimas!.
            Por la noche, en la sala de estar, la abuela conto la historia de una forma muy distinta a como había sucedido. Mucho mas interesante y con mas “suspense”. Sobre todo lo de cómo volvió a salir de netre los nabos. De un solo salto, según ella.
            --- Así es como brinco yo todavía –dijo--¡Con lo vieja que soy!
            A Karly le molesto que la abuela contara mentiras.
            Por la noche Karli se despertó y la abuela le pregunto que por que no dormía. Karli hubiera podido responder que tenia la nariz tapada.
            --- Porque hoy has contado una mentira –dijo
            La abuela se rio.
            --- Mira Karli, cuando a una le pasn tan pocas cosas como a mi hay que fantasear un poco. ¿No te parece?
            Karli no estaba de acuerdo.
            Fueron, en efecto, las únicas vacaciones que pasaron juntos. Con el tiempo la abuela fue inventándose nuevas historias de ese verano – despampanantes aventuras--- y Karli se acostumbro a haber vivido todo el montón de cosas que se le ocurrían a la abuela. Tampoco le echo mas en cara sus mentiras. Ya que no viajaba, que se desahogaba por lo menos.

¿Es que soy Frau Erna Bittel o es que soy una cualquiera? ¿Se me puede sermonear a mi cuando a la gente le de la gana? No, así no viajo mas, por mucho que se obtiene Karli. Yo ya estoy para estos trotes. Yo en esta vida he tenido que trabajar y me las he arreglado siempre con la gente, pero ver caras extrañas me irrita.
             Claro que el chico ha de ver el mundo; ya que encontrare una solución. Yo prefiero nuestra calle de Munich que esas vacaciones DE RICO EN EL Bosque de Baviera. Aunque tenga que ir siempre detrás de Karli y con la lengua defuera. ¡Vieja de mi! Es lo mejor que Karli vaya a un campamento. Lo importante es que el camine, que corra sus aventuras y que le de el aire fresco.




LA ASISTENCIA SOCIAL
VA VER A LA ABUELA Y A KARLY

Karli estaba en tercero pero las cosas en la escuela no iban del todo bien. La abuela le ayudaba a hacer los deberes. A veces no podía mas y decía:
            --- Me da dolor de cabeza estas tonterías. ¿Por qué tendrán que aprender tanto, pobrecitos?
            Karli en eso estaba de acuerdo. Asi que decidió darle menos deberes a la abuela y descuidarlos el también. La mitad como minimo no los hacia. Frau Riemer, la mestra, se lo consistio a regañadientes durante algún tiempo. A las tres semanas, sin embargo, le dio una carta, para la abuela. Karli la echo a una alcantarilla. Pero por la tarde le entraron los remordimientos y le dijo a la abuela:
            -–– Oye, abuela, he tirado una carta para ti.
La abuela quiso saber de quien era.
            –– De Frau Riemer – dijo Karli.
 ––¿Sabes lo que ponía? – pregunto la abuela.
–– No – dijo Karli.
–– Entonces se lo preguntas mañana a Frau Rieiner–– le ordeno la abuela. A Karli le entro miedo y se echo a llorar.
–– Mañana ire yo --- dijo la abuela.
–– Mañana no es dia de visitas–– dijo KArli.
–– Me daigual – dijo la abuela --- De alguna forma tengo que saber lo que me ha escrito.
 La abuela se presento en plena clase. Abrió la puerta
Y se planto en el aula. Karli por poco se cae del banco, de vergüenza. Sus compañeros apenas si podían reprimir la risa. La abuela, en cambio, se quedo tan seria. Y Frau Riemer, desconcertada, le pregunto a la abuela que era lo que traia por allí.
            –– La carta –– dijo la abuela.
–– Mala cosa, verdad – dijo Frau Riemer.
–– Eso me parece también a mi–– dijo la abuela.
–– Habra que ponerle remeio – dijo Frau Riemer.
––¿A que? –– pregunto la abuela.
––  ¿Es que no haentendido usted la carta? – pregunto Frau Riemer.
            --- No he podido leer—dijoi la escuela.
––  ¿Cómo puede usted venir a verme, sino la ha leido? –-- se admiro Frau Riemer.
–– Por que se ha perdido.
–– ¿No se lo llevo Karli?
 –– Desaparecido sin dejar rastro – dijo la abuela – Se me habrá traspapelado.
            Karli, en aquel momento la quiso mas que nunca.
            Frau Riemer salió con la abuela del aula, volvió al cabo de unos minutos y le acaricio la cabeza a Karli.
–– Karli se quedo intrigado y deseando saber lo  que le había contado Frau Riemer a la abuela fuera de la clase.
La abuela  resolló de nuevo.
–– No haces los deberes, Karli. O los haces a medias
Y siempre mal.
–– Tu tampoco sabes hacerlos --- dijo Karli.
–– Yo no voy a la escuela – dijo la abuela
–– Pero tu eres vieja, abuela. Tu tendrías que saberlo todo –– dijo Karli.
–– Me he olvidado de muchas cosas –dijo la abuela.
            La abuela y Karli estuvieron viendo la forma de hacer los deberes sin cometer demasiadas faltas. La abuela suspiro.
–– Tendré que aprender contigo y con tus libros, Karli.
Quizá fuera el asunto de la carta el que les llevo a casa a la asistente social. La escuela debió habérselo comunicado a los dela protección de menores, puesto que el director y la maestra que Karli era huérfano de padre y madre y estaba bajo tutela. Tal vez quisieran verificar como hacia Karli los deberes, si tenia un sitio tranquilo para estudiar y si la abuela estaba en condiciones de ayudarlo en caso necesario.
            Sea como fuere, la cuestión es que presento la asistente social. Tenía muy buen aspecto y llevaba los ojos muy maquillados, con sombras de color verde. A Karli le gusto. A la abuela, no. A la abuela lo que mas le hubiera gustado habría sido echarla por la ventana. La asistenta social se sentó a la mesa de la cocina y la abuela frente a ella. Karli se había refugiado en el sofá. La asistenta social preguntaba muchísimo: porque Karli después de la muerte de sus padres había sido recogido por la abuela, si tenia parientes mas jóvenes, si la abuela había padecido enfermedades contagiosas, si tenia que ir a menudo al medico, si Karli tenia dificultades con la lectura, si disponía de un curato para el solo.
 La abuela –haciendo rechinar la dentadura postiza – la llevo por todo el piso, le enseño la cama de Karli y le dijo:
––  ¡Bien mullida y bien limpia!
En la cocina levanto la tapadera de la olla y dijo:
–– ¡Y de comer se le da también como Dios manda!
La señorita asentía a todo.
La abuela  no podía reprimir la ira. Volvió a empujar a la joven hasta la silla, la sentó, dejo caer los brazos sobre los hombros de la asistente social, le soplo en lacara y dijo en voz muy baja:
            –– Bueno, señoritinga, ¿usted que es lo que quiere? ¿Le parezco una bruja como  las de los cuentos? ¿Cree usted que soy tonta? ¿Me caigo de vieja? ¿Le he enseñado el trasero a algún vecino? ¿A robado Karli? ¿O que?
            La señorita trato de sonreír, lo consiguió a duras penas replico igual de bajito:
           
–– No se trata de so. La escuela se ha interesado por Karli, Frau Bittel, porque no hace bien los deberes. Entonces creímos que…
––¿Qué es lo que creyeron? – pregunto amenazadora la abuela.
–– Bueno pues en estas circunstancias, usted, con sus arreglos..
            La abuela se echo a gritar:
–– ¡Yo ya hace tiempo que no estoy para arreglos, señorita! ¿Usted que se ha creído?
            Karli trato de escabullirse del cuarto. La abuela lo agarro y dijo:
            --- ¡Tu quédate aquí Karli! Tienes que oírlo. Me hace falta un testigo.
            Desde que la abuela andaba por lo Negociados quería siempre tener testigos.
            --- Es muy importante – decía --- Después le toman el pelo a una.
            La señorita estaba tan asustada que dejo de hablar de los arreglos y afirmo que le parecía todo bien, pero que pasaría a verles cada dos meses y en caso necesario, los ayudaría.
            La abuela se puso mas amable pero dijo aun:
            --- Hasta el momento nadie me ha ayudado, señoritiña, y ahora es tarde. Karli ya ha pasado lo peor.
La señorita añadió todavía algo que hizo estremecer a Karli:
            –– Podría ocurrirle a usted cualquier cosa. O podría ponerse tan enferma que hubiera que llevarla al hospital. ¿Qué hacemos entonces con el niño?
            La abuela  la empujo mas allá de la puerta y respondió:
            ––  ¡Imposible!
            Ese “imposible” se lo repetía Karli cada vez que se imaginaba que una ambulancia iba a llevarse cualquier día a la vuela, o incluso que se moría. ¡Imposible!

            Puede ser que me equivoque con Karli. Encima, lo de la carta. ¿Es que soy quizá demasiado buena? ¿Qué significa buena? Yo prefiero hablar con el que gritarle. Gritarle también dicen que educar con amor es el mejor método. ¿No va bastarme ahora? El chico miente y se descarría. Tonterías; hablare con el, le apretare un Los miedos de la abuela poco las tuercas y le enseñare a no tener miedo de los de la tutelar, ni de la asistencia social ni de todos esos jaleos. ¿Si con nosotros dos no marchan bien las cosas, con quien han de marchar bien entonces? Ahora exagero, lo se. Pero me ayuda.

LOS MIEDOS DE LA ABUELA

Tampoco es que la abuela abuse de la bebida. No. Pero en el aparador guarda una botella de agua ardiente Karli – cuando mira – ve ir vaciándose poco a poquito.
La primera vez que Karli le pregunto a la abuela por la botella, la abuela se enfado con el.
–No me andes fisgoneando, Karli. Y demás, ¿Qué quiere decir con eso de beber solo un traguito cada día…
–O dos veces dos – murmuro luego.
Karli tampoco quería decir que la abuela se emborrachaba. Karli nunca la había visto a la abuela  con los vecinos, a veces, o a la vieja Frau Lederer de la Buhuardilla. Lo único que le interesaba era saber por qué se lo ocultaba.
–¿Por que escondes la botella, abuela? ––le pregunto
La abuela se sentó  en el sofá. A Karli le toco también sentarse, aunque  no tuviera ganas a lo mejor la abuela  le contaba  una de aquellas historias ––¿Quién le dijo miedo, Erna Bittel! Y por un momento se me pasa.
Karli lo comprendió perfectamente.
Ha descubierto que me echo un traguito de en cuando en cuando. Es probable que me tenga por una vieja borracha. He tratado de explicárselo. Es curioso que cuando lo explico estas cosas como si fuera la tonta. ¿Qué sabe el chico de miedo que yo tengo? A lo mejor me comprende un poco. Tal vez me conozca mejor de lo que pienso ¡Ojala! Una copita de cuando en cuando eso es lo que me hace falta ¡Si señor!

A LA ABUELA LE GUSTA EL FÚTBOL
Karli, en la escuela, no iba bien en todas las asignaturas ni hacía siempre los deberes, pero la mayoría de sus compañeros lo querían. Era muy ocurrente en los juegos, servicial, se pegaba la mar de bien y, sobre todo, jugaba estupendamente al fútbol. Su amigo Kümmel, un muchacho delgado y larguirucho al que le gustaba la astronomía, era el mejor portero del curso. Y a él también fue al que se le ocurrió la idea de formar una buena selección para ganarles a los de tercero.
             A Karli lo pusieron de libre. Lo de libre lo habían aprendido en la radio y en la tele. Sea como sea, se decía Karli, el libre tiene que ser el más inteligente del equipo, puesto que les da juego a todos; el libre es el que reparte balones, como solían  decir los reporteros.
            Durante cierto tiempo entrenaron en los recreos. Los profesores se enteraron y les propusieron encontrarse por la tarde en el campo de juego del club local. Quedaron en que unos de los profesores irían también.
            A Karli le pareció estupendo y, apenas llego a casa, se lo contó a la abuela. La abuela se pronunció en contra. Le explicó que en un juego tan violento podía romperse una pierna y se exponía, además, a que le abrieran la cabeza.
            -Ni hablar, Karli – dijo la abuela –. Yo soy generosa, pero es que ahí ni siquiera los vigilan.
            -No dejamos que nos vigilen – dijo Karli –. Tú siempre buscas vigilantes. ¡Anda, déjame ir! El jueves es el primer entrenamiento.
             La abuela no logro mantenerse inflexible. En realidad es que no era capaz de ello. Le preguntó a Karli en que campo jugaban.
            -No muy lejos de aquí –respondió Karli –. En el “Grün - Weiss”, sabes, donde la gente juega al tenis.
            -Sí, sí –dijo la abuela –. La gente que no tiene nada que hacer, será.
            -¡Tonterías! –dijo Karli –. Si hubieras aprendido, tú también jugarías.
            -¿Sabes cuánto cuestan esos trajecitos blancos? –le pregunto la abuela.
            -Me da lo mismo.
            -A mi también –dijo la abuela –. Pero por eso, precisamente, yo no puedo jugar.
            El jueves Karli desapareció. ÉL era el que guardaba el balón a manchas blanquinegras, un balón que incluso la abuela hubiera encontrado bonito.
            También estaba allí, con ellos, uno de los profesores jóvenes. Les enseño muchas cosas: a para el balón con el pecho o con el pie, a chutar con la puntera o el empine. Karli prefería el juego de cabeza, y en él era también el mejor. Kümmel, en la portería, parecía una serpiente. Se tiraba al aire, aterrizaba en el barro y todo le daba igual con tal de parar el balón.
            En pleno juego, Karli se llevó un sobresalto al ver a la abuela que le hacia señas desde el borde del campo. Karli no le hizo caso. Le daba muchísima vergüenza. Al cabo de un rato la abuela empezó a gritar. Al principio Karli, quien procuraba no mirar en su dirección, creyó que se enfadaba. Luego se dio cuenta de que lo animaba él o a otros chicos.
            -¡Más rápido, Karli! –la oyó gritar –. ¡Ese gordo es una muía! ¡No dejes que te quiten el balón!
            El profesor fue hasta donde ella estaba y conversaron un rato. Karli los observaba de reojo a los dos. El profesor no paraba de reír. La abuela debía de decir un montón de cosas raras.
            La abuela se quedo hasta el final del partido, animando al equipo. Lo que es  entender seguro que no había entendido mucho. Por eso probablemente, se ría tanto el profesor. La abuela hablaba de defensores, extenores y medio internos. Karli no sentía las menores ganas de explicárselo. Tampoco lo hubiera comprendido. Pero a partir de entonces la abuela lo dejó ir a jugar sin deshacerse en lamentaciones.
            En uno de los partidos siguientes Karli se lesionó. Fue una torpeza suya, asi que nadie tuvo  la culpa. Karli tropezó – sin balón, encima –y se torció el tobillo. Se le hinchó en seguida la pierna y no pudo seguir jugando.
             El profesor le llevó en su coche a casa.
             A Karli le extrañó que la abuela no se enfadase. La abuela, muy tranquila, le dio las gracias al profesor, examinó el tobillo y sentenció:
            -No hay nada roto.
            Ni siquiera fue a buscar al médico, y eso que Karli le dijo:
            -¡Me duele mucho, mucho! 
            -Ya lo sé –dijo la abuela –. Te pondré unas compresas de vinagre y ya verás como se te pasan los dolores. Pero tienes que estar en cama unos días.
            La abuela se portó estupendamente, ese día no fue a repartir prospectos, se quedó con él, movió el televisor de forma que Karli pudiera verlo desde la cama y jugaron al parchís y a la pulga. Al tercer día Cuando ya Karli se aburría, quiso hasta enseñarle a hacer punto. Karli se negó.
            Karli tenía miedo de que la abuela no lo dejara jugar más el fútbol. Pero no. El primer día que fue a la escuela la abuela le preguntó:
            -¿No juegan hoy?
            -No. No jugamos hasta mañana –dijo Karli.
            -Cuidado ahora con la pierna –dijo la abuela –. ¡Pero juégame bien, Karli!   
            Si Karli supiera lo que pienso de él y lo que tengo que hacerle creer a veces. Eso del fútbol, por ejemplo. Tuve miedo. Pensé que se iba a dar vueltas por ahí, que me engañaba, que era un cuento lo del amable profesor y el campo de fútbol. Me dio mucha vergüenza ser tan desconfiada. ¡Que no vuelva a suceder, Erna Bittel!   

DE POR QUE KARLI Y LA ABUELA RIÑEN DE VEZ EN CUANDO
Aveces Karli se enfada con la abuela: cuando no le deja por ejemplo ir a ver la película del oeste,  cuando la abuela encuentra atroz a alguno de sus amigos, cuando le obliga a ponerse la chaqueta de mas abrigo aunque reluzca el sol. Son riñas cotidianas. De verdad de verdad Karli solo se pelea por su madre. Karli ya no se acuerda muy bien de ella, pero la siente todavía cerca; “ su madre sigue siendo la persona mas querida.
Para la abuela, en cambio, la persona mas querida es su propio hijo, el padre de Karli. A la madre de Karli encuentra todavía cosas que censurarle, incluso años después de su muerte. A la abuela le parece que se equivoco mas de una vez. Y también al educar de Karli.
Tan pronto como la abuela vuelve a soltarle el rollo, Karli empieza a echar chispas. Karli tiene ya muchas practica en defender a su madre.
---¡Son cosas que no te importan! --- le grita Karli a la abuela ---- ¡Tu no puedes saber como era mi madre!
----Lo se mejor que tu ---  replica la abuela.
Y se arma, Karli no acaba de enteder por que la abuela lo provoca de esta forma. No tendría porque hacerlo, por que hablar de su madre. Karli lo prefería. A veces, sin ambargo, parece que se enfada al recordarla.
Karli es incapaz de comprenderlo.
--- No es que fueran enemigas – dice Karli, -- Al fin y al cabo era mi madre, la mujer de tu hijo.
--. Si, claro – responde la abuela, y ese “si, claro” suena siempre la mar de antipatico.
En tales disputas Karli suele llorando. Una vez hasta se abalanzo a puñetazo limpio.
La abuela tardo muchos días en perdonárselo. La abuela, por lo visto, no comprende que Karli quiere todavía a su madre como si estuviera viva. O mas todavía. Quizá tenga celos de ella. Podría ser.
---¡Si supieras lo mala que podía ser conmigo! – le dice la abuela.
--- Tonterias, abuela. Tu no tienes ni idea, tu no sabes  lo buena que era  mi madre --- insiste Karli.
---Para ti, quizá ---responde la vuela.
---¡Contigo no tenia por que serlo!---le grita Karli----
Tu debías ser también muy antipatica con ella. Y además tu no eras importante.
---¿Y ahora? --- exclama triunfalmente la abuela---.
¿tampoco soy importante ahora?
---¡Vete al diablo! --- solloza Karli sin querer admitir que para el la abuela es ahora tan importante como lo fue su madre.
Bueno, es que a mi nuera nunca acabe de tragarla y esta claro que el chico sigue todavía apegado a ella. Yo soy su abuela y vivo, ella fue su madre esta muerta. Tampoco es que fuera ninguna santa. Y el la santifica. ¿No voy a poder decir yo entonces esta boca es mía? Es extraño pero Karli me provoca con su “en casa de mi madre era así...”,” mi madre lo bacía de otra forma….
Bueno, bueno, ¡ahora me toca a mí! Y la muerte no va a hacer a una persona mejor de lo que era. Procuraré no provocarlo más. No es nada fácil.

LA ABUELA GANA UN VIAJE GRATIS EN AVION
La abuela participaba en casi todos los concursos de periódicos y revistas. A Karli le ha contagiado la manía y suelen enviar  las soluciones por partida doble. Karli gano una vez un casco protector de color amarillo rabioso que le iba demasiado grande y que ahora anda colgado de un gancho en su cuarto. La abuela, cuando llego el paquete con el casco, se enfado:
---Acabas de empezar y ya ganas. Yo llevo años concursando y nunca me toca nada .
Karli la consoló:
---A ti seguro que te toca el primer premio.
Y le toco. La abuela ya no se acordaba ni de que concurso era, porque participa por lo menos en doce.
Primero se lo comunicaron telegráficamente:
“Gano premio: Vuelo gratis sobre Munich. Felicidades”.
---¿Eso que significa? --- le pregunto la abuela a Karli.
---Significa que vas a sobrevolar Munich  en avión.
Esta mas claro que el agua.
--- Me niego  -- dijo la abuela -, Que me lo cambien.
--- Primero espera – dijo Karli.
Los organizadores del concurso se habían dado prisa con el telegrama, pero luego pasaron muchos días sin que volviera a saberse de ellos. La abuela, quien tenia un verdadero miedo al premio, no pensaba en otra cosa y cada vez que sonaba el timbre salía corriendo hacia la puerta. Luego eran el cartero o la vecina y la abuela se quedaba muy decepcionada.
––Me parece que me han tomado el pelo – decía
––Tampoco pueden ir tan deprisa – le explico Karli – Necesitaran tiempo para encargar el pasaje.
––No lo quiero – dijo la abuela.
–– Ellos no pueden saberlo – dijo Karli.
–– ¡Bobadas!
La abuela, cuando hablaba del premio, se indignaba:
––Saben muy bien que a una Señora mayor no se le puede regalar un paseo en avión.
Estaban cenando. Karli se reia. La abuela le gritaba que no se recostara en la silla y que no pusiera los codos encima de la mesa. Karli le pregunto:
––Oye, abuela, tu dices que saben que eres vieja. ¿Tuviste que poner la edad?
La abuela se puso a cavilar. Karli la saco de su ensimismamiento:
––No hay que declararla. Por regla general basta con decir que uno esta autorizado a firman ¿Tu lo estas, no?
–– ¿Te parece que ando mal de la cabeza? ––le grito la abuela.
–– No  ––dijo Karli ––, ¿Qué tiene que ver?
De camino hacia la escuela, Karli estuvo pensando como quitarle el miedo a la abuela y decidió escribir a los organizadores del concurso. Por la tarde, mientras la abuela repartía prospectos, redacto la carta;
Distinguidos organizadores:
Soy el nieto de Frau Bittel, a la que se han dignado ustedes conceder el viaje en avión. Aprovecho la ocasión para decirles lo que mi abuela no se atreve: que no le gusta nada el premio. Mi abuela no quiere volar porque tiene miedo. Mi abuela no ha subido nunca a un avión. Y yo tampoco. No seria mala idea que le regalaran a ustedes a mi abuela algo que le gustara. Seguro que se alegraría.
Les saluda muy atentamente, Karli Bittel”
Karli encontró un sello, lo pego en el sobre y lo echo al buzón antes de que regresara la abuela. Karli esperaba que los acontecimientos se precipitaran, pero se equivoco. No paso nada y la abuela siguió hecha un manojo de nervios. Por fin, a las tres semanas, llego una carta de la casa patrocinadora. No iba dirigida a la abuela sino a Karli, eso fue lo más  exasperó a la abuela. Karli estaba en la escuela y ella no tenia derecho a abrir la carta. La culpa era de ella porque le había prometido tampoco tocar la suya. Eran cosas que no estaban bien  y la abuela andaba en ascuas. Ese día Karli tenía seis horas de clase. La abuela poco a poco se vuelve loca de curiosidad. Primero puso la carta a trasluz a ver si se podía leerse el texto. Luego pensó abrirla al vapor pero’ eso seria hacerle trampa a Karli, así que espero. Para que no se le hiciera tan larga la espera se fue  a la panadería, compro media barra de pan y estuvo charlando un buen rato con el panadero, hasta que este se canso y le dijo:
            –– Ya es hora que  vuelva a la tras tienda, Frau Bittel.
A la abuela le supo mal haber entretenido tanto tiempo  al panadero pero es que no sabia que hacer entre tanto. Finalmente oyó a Karli en la puerto, se precipito a abrirle y exclamó:
–– ¡Karli tienes carta de los del vuelo!
Karli asintió fríamente, pasó por delante de ella sin hacerle caso y se metió en su cuarto,
–– ¿Es que no te interesa nada de nada? ––le grito la abuela.
––Si me interesa abuela. ––En seguida voy pero primero tengo que ordenar las cosas de la escuela ––dijo Karli.
––Eso puede hacerlo después –––dijo muy nerviosa la abbuela.
––Luego te quejas que soy incapaz de tener las cosas en orden.
–– ¡Ahora no!
––Claro que si te quejas siempre
––Hoy no.
Karli tardo todavía un buen rato y la abuela esperándolo, media la cocina a zancadas.
–– ¡Dios mío! ¡Que asco de niño! ––gemía.
La abuela le trajo un cuchillo para que abriera el sobre. Karli desplego la carta  con una lentitud exasperadamente y la sostuvo de modo que la abuela no pudiera leerla. Karli asentía a medida que iba leyendo, sonrió satisfecho y plegó la carta.
–– ¿Qué hay? ––preguntó la abuela.
––Todo claro ––dijo Karli.
–– ¿Qué significa “todo claro”? ¿Cómo se le ocurre escribirte a ti? La que ha  ganado he sido yo no  tú ––exclamó la abuela.
–– Tu no querías el premio  ––dijo  Karli.
–– Ellos no podían saberlo  ––dijo la abuela.
–– En efecto no podían  ––dijo Karli.
Karli se sentía muy superior.
–– He sido yo el que les ha escrito.
–– ¿Tú? ¡Estas loco! ¡Me estas echando a perder las relaciones comerciales! ––le grito la abuela.
Karli andaba cada vez más tranquilo.
––Voy hacer yo el que haga el viaje ––dijo Karli––.
Me lo han cedido a mi por que tu eres demasiado vieja*
            La abuela se sentó en el taburete de la cocina, como siempre que no era capaz de tenerse de pie  de nerviosa y enfadada, y se le quedo mirando con ojos muy abiertos,
            ––Me has robado el premio, Karli; Mi único nieto me roba y, encima, se burla de mi  con esas cartas. ¡Es espantoso! Tender que dar parte  a la tutelar de menores ––dijo.
            –– Si te pones  así ––dijo Karli––– no te hablo más. Ni te digo tampoco  las otras cosas que pone la carta.
            –– ¿Qué cosas?
            ––A ti también  te toca algo, abuela. De consolación,
            ––¡Las sobras!
            La abuela desistió
––Te invitan a  comer  en el restaurante del aeropuerto mientras yo vuelo  ––dijo Karli––. Una señora comida.
–– ¡Así la consuelan luego a una! ––comento la abuela.
La solución, en el fondo  le gustó: no se perdía el premio y un buen almuerzo tampoco era mala la cosa. A la abuela le quedaba, sin embargo el miedo  e pensar que Karli iba a andar dando vueltas por los aires.
––A partir de ahora mi correspondencia comercial me la dejas en paz ––dijo la abuela para terminar––. ¡Es la ultima vez que te entrometes en mis cosas!

Me enfado con el chico cuando se independiza, y debería alegrarme. Da lo mismo que Karli se meta alguna que otra vez en mis asuntos: No he sabido comportarme. Habría de ayudarle más en estas cosas.

LA ABUELA Y KARLI VISITAN
A UNA ANCIANA EN EL ASILO

––Hace  meses que le  he prometido Frau Wendelin  irla a ver un domingo ––dijo la abuela––. Y tú me acompañaras, Karli. De lo contrario no recito tantos viejos.
            ––¿Dónde vive Frau Wendelin? ––peguntó Karli
            ––En el asilo de ancianos  de Obermenzmg ––le explico la abuela.
            ––Ni pensarlo ––dijo Karli.
            ––Tu te vienes.
La abuela no admitía replicas. Ese día se  puso aquel extraño vestido dominguero que llevaba solo cuando iba  de viaje o se asomaba a algún negociado. A Karli le ordeno que se vistiera de un modo  decente  y se fueron los dos en tranvía a Obermenzmg.
En el caserón en el que entraron  debían vivir, realmente, muchos viejos. El jardín que lo rodeaba esta lleno de ellos.
La abuelo noto que Karli si asustaba  y le dijo algo brusca:
–– Cite crees tú, primavera, que vas hacer eternamente joven?
–– Yo no ––dijo Karli––, pero no voy  a ser nunca tan viejo. Y si lo soy, entonces como tú.
La abuela se rio.
––Si tú me conocieras, Karli, y estuvieras aquí de visita  con cualquier otra persona, yo seria una de tantas viejas.
Karli no dijo nada más.
Frau Wendelin los recibió en una sala  extrañamente inhóspita,  con muchas viejas redondas y viejos sillones acolchados. Faru Wendeline era una anciana diminuta  cuya cabeza no cesaba de temblar. La abuela al verla, pareció alegrarse de verdad y le presento orgullosa a Karli:
 ––Mi nieto. Ya sabrá Ud. Que vive con migo.
En la sala hacia demasiado calor. Olía a moho y a aire viciado. Karli sudaba. Se quito la chaqueta.  Karli también se dio cuenta que la abuela sudaba por que al cabo de un rato, se quito incluso el sombrero. Karli no atendía a la conversación  de las dos viejas. La abuela explicaba cosas de Karli, Frau Wendeline hablaba de si único hijo, que era aviador y que había muerto en la guerra.
––Muy joven––repetía––. Muy joven.
Karli observaba a los viejos  y viejas de las mesas redondas. La mayoría se comportaba normalmente. Algunos, sin embargo, sonreían o se reían bajito de una forma extraña. Hablaban consigo mismos. A otros  les tenía que ayudar a comer una monja. Los había sentados en sus sillas inmóviles, como si ya estuvieran muertos. Karli no les tenia miedo. Pero era un mundo angustiante y ajeno.
De regreso a casa apenas hablaron.
–– Mala la cosa, mala, vivir así apiñados ––dijo la abuela––Todos los viejos, terriblemente viejos.
A Karli le resultaba  difícil explicarse:
––Tú también ya eres vieja, abuela, pero no así. Tú eres vieja de un modo distinto.
––No es cierto  ––respondió la abuela––. Yo soy tan vieja como ellos. Lo que pasa es que yo estoy sola y, además, contigo, que eres un niño. La edad entonces cambia. La vejez, Karli, se vuelve terrible  cuando una, de tener tantos viejos  alrededor, deja de ver la vida. Eso es todo. El mundo tiene miedo de los viejos, Karli. Y tú también.
Karli volvió a pensar en el calor, la peste y la estrechez  que lo angustiaron. Le dio la razón  a la abuela  y le pareció que era una mujer estupenda.
Me alegro de que Karli  haya visto como son las cosas: viejos y mas viejos amontonados  en un asilo.
No me gustaría ir para allí. Por nada del mundo. Y tampoco me encuentro tan vieja.
La culpa, en realidad, es de Karli si no tuviera que  ocuparme  de él andarla acuestas con mis achaques, me quejarla, le darla lata a los vecinos. Karli es mi medicina.




LA ABUELA DISCUTE CON EL TELEVISOR
Al principio Karli y la abuela solian pelearse a la hora de elegir programa. Con el tiempo el problema se fue solucionando solo, puesto que la abuela se inetresaba muy poco por la televisión. La abuela prefería coser o leer  el periodico . Ademas, las películas del oeste o las policiacas la aburrían soberanamente, con gran surperesa por parte de Karli. La abuela solo quería ver películas que ya conocía de antes. Y ahí Karli su que no admitía replicas. Enviaba a Karli a la cama y le decía:
 --- Eso tu no lo entiendes porque eres demasiado joven. Son --- cosas que pasaron hace mucho tiempo.
Karli había visto con ella la mitad de una de esas películas y la encontró sentimental y aburrida. La abuela, sin emabrgo, lloro a lagrima viva.
Karli se despertó una vez por la noche y oyo hablar a la abuela. Se asusto. La abuela no le había dicho que la esperase gente. Karli fue de puntillas hasta la puerta, la abrió sin hacer ruido y se asoomo al cuarto. La abuela estaba sola, sentada delante del televisor y hablando con el. Parecia muy excitada.
--- ¡Pacotilla! --- exclamaba.
Karli se propuso recordar la palabra y preguntarle a la abuela lo que significaba.
--- Pacotilla y nada mas que pacotilla – repetía la abuela --- Asi no vive nadie. Ni siquiera los ricos. Yo no se por que se lo inventaban. Lo que hacen es tomarnos el pelo. Eso no tiene nada que ver con nosotros. Son cosas que en la vida real no existen. Y yo aquí con Karli, la pensión y el subsidio de orfandad que me dan por el chico. Eso no lo sacan nunca. Esas cosas no. ¿Por qué miro la televisión entonces?
 Karli volvió a cerrar despacio la puerta porque le entraba la risa. Las rabietas de la abuela a veces resultaban divertidas. A la mañana siguiente le pregunto:
--- dime, abuela¿ Que quiere decir pacotilla?
            La abuela dejo la taza, sorprendida.
--- ¿Cómo se te ocurre Karli? --- le pregunto
            Karli estaba un poco desconcertado.
--- Es que anoche le has estado gritando un buen rato al televisor y le has dicho que todo es de pacotilla.
--- ¡Ah claro! – respondió la abuela … Las cosas de pacotilla es que son mentira. O tonterías.
--- ¿Qué película era, abuela? – pregunto Karli.
            --- Es eso que llaman eme de tesis o algo asi. Se trata de una fiesta de cumpleaños en Inglaterra o en Norteamerica, una cuadrilla de insensatos que no trabajan, y en vez, de ricos resulta que son pobres y están locos o hacen como si lo fueran. ¡Vete a saber tu por que!
            --- Pues es divertido – dijo Karli --- En las películas que a ti te gustan la gente va siempre de un lado a otro con esos trajes antiguos y no paran de llorar y de abrazarse.
            --- Tu no lo comprendes – dijo la abuela --- La vida antes era asi.
            --- No lo creo – dijo Karli --. ¿Cómo es la película esa de la sñorita en el tejado que por poco se cae? Yo esas cosas no las he visto nunca.
            --- Es que se trata de una herencia – dijo la abuela.
            --- ¿Qué es una herencia? --- pregunto Karli.
            --- Cuando una persona se muere, el dinero que le pertenecía, las casas o las fabricas van a parar a otros que suelen ser parientes – trato de explicarle la abuela.
            --- Tu no tienes mucho dinero, ni casas ni fabricas – dijo Karli.
            --- Yo no – dijo la abuela – Pero en esa película la gente tenia mucho dinero y se lo querían quitar con engaños a la chica a quien le tocaba. Y eso es una cochinada.
            --- A mi me da lo mismo – dijo Karli --- Esas películas son muy aburridas.
            --- A mi me aburren las del oeste. Y, además, tampoco son verdad. ¿Tu has visto alguna vez gente cabalgando y disparando por la ciudad? --- pregunto la abuela.
            --- Son cosas que pasan en america – dijo Karli.
            --- Con todo y eso --- dijo la abuela, quien tenia ganas de pelea.
            Karli no. Karli se limito a decir:
            --- Pacotilla es una palabra que me gusta mucho.
Siempre esta bien saber lo que significa pacotilla, pero que Karli me tome el pelo de esa forma, por llorona, ¡eso si que no! No tendría que consientisarlo.Algo de razón lleva cuando dice que esas películas solo sirven para llorar a gusto. Lo que pasa es que yo las modernas ya no las entiendo. Quiza tuviera que habalr un poco mas de política con Karli. Mi marido nunca quiso. Aunque las cosas le fueran siempre mal decía:
            --- Yo, en un partido, ni hablar. ¡ A mi que no me metan en esos negocios sucios!
            Y eso que hubiera podido luchar por sus derechos. Cuando yo, después de la guerra, me incline por la socialdemocracia – entre otras cosas porque me gustaba Kart Schuhmacher, quien era de verdad un político estupendo --, Otto, mi marido, renegaba como un cochero. Me parece mal Karli, cuando sea mayor, no debería descuidar esas cosas.
LA ABUELA CAE ENFERMA
Karli no podía imaginarse que la abuela cayera enferma. No lo estuvo durante mucho tiempo, pero poco antes de que Karli cumpliera los diez años sucedió aquello que el tanto temia en secreto. Durante varios días la abuela trato de acultarlo. Se quedaba mas tiempo qye de constumbre en la cama, le pedia que se hicera el mismo el desayuno, apenas repartía prospectos, enviaba a Karli a la panadería – hacia, en resumen, un monton de cosas raras.
            ---¿No te encuentras bien? – lepregunto Karli
            --- claro que si – dijo la abuela Estoy solo un poco floja. Es el cansancio ese que me entra siempre en primavera.
            No lo era. Al quinto o sexto dia la abuela llego a la conclusión de que tenia fiebre y de que probablemente habría que ir a buscar al medico.
            Karli se quedo muy intranquilo y tuvo que esforzarse para que la abuela no se lo notara.
            --- ¿Quieres entonces que vaya a buscar al medio? – le pregunto,
            --- Si hazlo – dijo la abuela.
            Karli llamo al timbre del medico fuera de las horas de visita. La enfermera del consultorio le abrió la puerta. Parecia algo enfadada:
            --- ¿no puedes venir a las horas de consulta?
            --- La abuela esta enferma – dijo Karli.
La enfermera lo miro e hizo un gesto de contrariedad con la cabeza.
            ¿Frau Bittel? ¡No puede ser!
            --- Si que puede ser – dijo Karli --- Esta enferma de verdad. Tiene fiebre y cuando la abuela quiere que la vea el medico.
            Karli estaba a punto de echarse a llorar.
            ---- No te preocupes, Karli, el doctor Hinz era en seguida.
            La señorita se mostraba mucho mas amable.
            --- bueno – dijo Karli--- En seguida, pero de verdad.
            --- Tan pronto como vuelva de la visita --- le prometió la enfermera.
            El medico se presento poco después, efectivamente, y mando a Karli salir del cuarto para conocer a fondo a la abuela.
            Karli en su  habitación, no sabia que hacer y pensaba en el discurso que le había soltado la abuela el dia de su ultimo cumpleaños. Karli se imagino lo que pasaría si muriera la abuela y se dijo, bajito:
            ---- La abuela no puede morirse.
            Karli se sentía como si tuviera cinco años.
            Llamaron a su puerta. Era el medico, que venia a buscarlo. Se sentaron junto a la cama de la abuela.
            --- Oyeme bien , Karli—dijo el medico --- No tienes que preocuparte. La abuela tiene unas angimas, de cuidado pero esta muy bien para su edad. ¿No es verdad?, Frau Bittel?
            A la abuela se le ilumino el rostro y asintió.
            --- No me parece prudente dejarla aquí sin que la cuiden – siguió deciendo el doctor—Tu Karli, no estas en condiciones de hacerlo. La abuela debe ir a la clínica durante una semana. Ya lo he hablado con ella. Le dire a la vecina que te eche un vistazo de cuando en cuando y se lo comunicare a la asistenta social.
            --- A esa , no – dijo Karli
            --- A esa también – dijo el medico con decisión – Las cosas, Karli, tienen que seguir su curso ordinario, de lo contrario intranquilizarías a tu abuela y no se pondrían bien.
            --- Entonces, bueno – dijo Karli
            --- Mañana por la mañana vendrá una ambuelacia a recogerla. Tu tomate un dia libre en la escuela. Yo te escribiré una dispensa.
            --- Bueno – dijo Karli, dándose cuenta de que se tranquilizaba.
            La situación era grave y tenia que demostrarle a la abuela que podía confiar en el.
            A la mañana siguiente, muy temprano, se la llevaron.
            Karli, después de cerrar la puerta, se echo a llorar. Era temprano y hubiera podido ir todavía a la escuela. No lo hizo. Karli empezó a ordenar la casa como lo hacia la abuela. Mas tarde llamaron a la puerta y la vecina le pregunto a que hora quería que le trajera el almuerzo.
            --- ahora no --- dijo Karli --- Lo tienes todo que resplandece de limpio – le dijo la abuela.
            Karli se allegro. Por la tarde estuvo jugando al futbol y a las cinco fue a ver a la abuela a la clínica. Iria todas las tardes, aunque los días de visita fueran solo tres a la semana. A Karli le había  dado un permiso especial.
            La abuela aparentaba mucho cansancio y pregunto poco. Karli se sentó junto a ella, sin saber que contarle, y le dio un poquito de vergüenza. Hubiera tenido que pensar antes como entretenerla.
            Al dia siguiente, después de la escuela, cuando estaba almorzando solo, recibió la visita de la asistente social. Era nueva. Se presento: --- Soy Freulein Hauschild.
            --- Yo soy Karli Bittel. – dijo Karli
            La asistente social se rio.
            --- Ya lo se – dijo. Y le pregunto si podía ayudarlo en algo.
            --- Pues no—dijo Karli-- .Ya me las voi arreglando.
            --- me aparece estupendo—dijo la asistente social—Voy a pasar todos los días, por si acaso, y si hay algo que no marcha mo lo dices. ¿La comida te la trae la vecina?
            --- Si dijo Karli.
            --- Tampoco hace falta que seas tan ordenado – le dijo la asistente social.
            A Karli le gusto mucho.
            Al dia siguiente, cuando quiso ir a ver a la abuela, la enfermera se lo porhibio.
            --- Hay que dejarla tranquila. Esta débil por la fiebre.
            A Karli le entro miedo de que fuera a acurrir lo inimaginable y pensó que tenia que prepararse.
            --- Fraulein Hauschild – le dijo--- Se que la abuela va a morise.
            --- ¡Tonterías, Karli! – dijo Fraulem Hauschild – Acabo de preguntar que tal esta.
            --- Se morirá – dijo Karli—Y me llevaran a un asilo de huérfanos.
            --- ¡Bobadas!
            Karla se dio cuenta de que Freulein Hauschild no quería seguir hablando.
            La asistente social iba a verlo todas las tardes, se sentaba a veces con el junto al televisor, le repasaba los deberes, conversaba con la vecina. Era muy simpatica y no preguntaba. Procuraba simplemente que todo marchara bien.
            Los días siguientes pudo volver a visitar a la abuela. Algunas veces la misma Fraulein Hauschild lo llevaba a la clínica. La abuela se recuperaba rápidamente. Karli no tenia ya que inventarse nada; la abuela volvia a contar cosas, preguntaba, ordenaba. A las dos semanas justas regreso a casa. Kali limpio bien el piso y puso en la puerta un letrero en el que había escrito con lápiz rojo: ¡BIENBENIDA!”.
            La abuela se permitió el lujo de llegar en taxi. Karli la oyo reir delante de la puerta. El cartel la alegro. Esta vez no lo abrazo la abuela a el, sino el a la abuela. Era la primera vez que lo hacia. La abuela rrecorrio el piso, lo examino todo detenidamente, le pareció impecable y dijo: dándole un empujo: --- BNueno ahora vamos a seguir, Karli. La abuela iva a hacerse un café cuando sono el timbre y la vecina le trajo un ramo de flores, la abuela se lo agradeció; volvió a sonar, era la mujer dek panadero con una tarta. La abuela les explico la enfermedad con gran derroche

KARLI CUMPLE DIEZ
Cuando Karli  cumplió diez, invito a todos sus amigos. La abuela se porto perfectamente, sin quejarse en absoluto, tolero el ruido y jugo incluso con ellos. Ni siquiera le pareció mal que unos de los chicos derramaran jugo en la alfombra. Ese cumpleaños la abuela le explico a Karli que las cosas no iban a seguir eternamente.
Los chicos se marcharon. Karli andaba todavía sofocado, con el precioso “buzo” que le había regalado la abuela. La abuela le hizo sentar junto a ella en el sofá y sin mirarlo ––tomando levemente la mano de Karli en la suya––, le soltó todo un  discurso:
Karh, a los diez años una persona ya es capaz  de pensar, me parece a mi. Y tú has visto muchas cosas. Puedo exigirte que reflexiones, ¿verdad? Yo, ahora tengo más de setenta. Bueno, ya se que no se me notan,  pero imagínatelo: sesenta años más que tú. ¿Eres capaz de imaginártelo? ––No ––dijo Karli asustado.
––Es lo que yo pensaba  ––siguió diciendo la abuela––. Tienes que reflexionar sobre ello. Yo a los cien no llego. Y esa enfermedad hace poco…
––Pongamos que me quede todavía ocho años, y ya es mucho. Tú tendrás entonces dieciocho y podrás arreglártelas solo. Pero pongamos  que me quede solo cuatro…
––¡No lo creo! ––la interrumpió Karli.
––Está bien que no lo creas, Karli. Yo tampoco lo creo, pero tienes que saberlo. ¿Comprendes? Te queda esa tía Bottrop. Se me ha olvidado el nombre. Nunca se preocupo por ti, la hermana de tu madre. Podría recogerte. O tendrías que ir a un orfanato, Karli.
––No ––dijo Karli con decisión.
––No te quedaría mas remedio  ––dijo la abuela.
––Me largaría entonces  ––respondió Karli
––Tonterías  ––dijo la abuela––. No todos los asilos son malos.
–– ¿Quieres decir con eso que vas a morirte pronto, abuela? ––pregunto Karli.
 ––Yo me he propuesto a vivir lo más posible, Karli  ––dijo la abuela––. Pero no basta con proponérselo, aunque también ayude.
La abuela lo atrajo hacia así, cosa que raramente hacia. La abuela  olía a  cocina y  a paño viejo. . Karli casi se hecha a llorar  de miedo y por que se dio cuenta que también de que sabia muy pocas cosas  de la abuela y, pese a todo, la quería muchísimo.
–– Ya tendremos cuidado ––dijo la abuela––. Te lo he explicado y eso es importante.
           


4 comentarios:

  1. yo buscaba un resumen :( :v

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  2. Muy bueno el libro!!!!.

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  3. porfa puedes colocar caracteristicas de persoajes o caracteristicas del piso de la buela

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  4. Me encanto el cuento ahora podre hacer mi prueba tranquilito y quisas pase a 6B ^^

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